La compañía funcionaba (y funciona) muy bien, y a lo largo de esos dieciocho años me ha dado tiempo a trabajar con muchos clientes. Con todos me he enfrentado a retos, he hecho proyectos de los que me siento muy orgulloso y de los que he aprendido mucho.
Sin embargo, después de tanto tiempo, por mucho que intentes ser innovador, terminas por caer en pautas repetitivas. Fue entonces cuando miré mi vida en perspectiva y vi que, junto a proyectos que había hecho y con los que había disfrutado, también quedaba mucho por hacer. No es que no lo hubiese intentado, sino más bien que, por circunstancias, no había podido culminarlo.
Con eso en la cabeza, me propuse entonces imaginar dónde estaría dentro de otros dieciocho años, y no pude más que constatar que, dentro de ese tiempo, no podía estar en el mismo lugar. Era el momento de intentar todas aquellas cosas que no había tenido ocasión de hacer, pero también otras que jamás se me habían ocurrido.