¡Muchísimas! Mira, por ejemplo, SaaS. Estamos hablando de aplicaciones que se actualizan solas. No tienes que esperar varios años al lanzamiento de la versión nueva -con la pérdida competitiva que eso conlleva-, y además no pierdes las versiones anteriores porque no inviertes en la máquina, sino en el servicio... A día de hoy, la flexibilidad que esto supone para las empresas es inigualable.
Lo positivo de SaaS es que pone al usuario en el centro. Desde el primer día, los procesos de negocio se adaptan al usuario y no al revés, haciendo que la aplicación sea rentable para el cliente, desde el principio. Lo mejor de todo es que ahora las pequeñas y medianas empresas pueden beneficiarse también de ventajas que antes sólo estaban en manos de las grandes organizaciones...
Esto por mencionar sólo una aplicación, pero, fíjate en las posibilidades comerciales que ofrece, por ejemplo, vender en otros países a través de una página web y poder hacerlo directamente desde esa plataforma...
En las épocas de crisis, el uso de la tecnología es incluso más necesario. Ahora, los artesanos pueden vender sus productos a través de su web y hacerlos llegar a otras partes del mundo, acelerando procesos de venta que antes quizás era más díficil pronosticar. Lo mismo pasa con los clientes: en épocas de menos ventas, este tipo de soluciones te permiten consolidar la relación comercial y la confianza con tus clientes, avanzando el trabajo hacia posibles inversiones futuras.