Es una cuestión cultural, que afortunadamente está
cambiando... en una clase de quince alumnos de
Grado, pregunté cuántos de ellos se habían planteado en su vida
montar una empresa y levantaron la mano catorce o trece
alumnos.
Hice esa misma pregunta el primer día de clase de un Máster
con ingenieros en el que imparto clases y al principio no levantó la
mano ninguno, pero, a medida que avanzaba la materia, la gente decía: ¿Y
por qué no? La cuestión es que toda esa gente ha seguido un sistema
educativo que en ningún momento les ha planteado que pueden montar una
empresa.
España es un país más seguidor de tendencias: hasta que
alguien no se arriesga y el resto ve que es posible asumir el riesgo y
triunfar, la gente no va detrás. En el cambio que está viviendo España
estos últimos años hay mucha más gente que ha decidido arriesgarse, en parte
porque no tenía mucho perder, pero tengo la esperanza de que no sea un cambio
solamente coyuntural, sino estructural, un cambio que nos transforme
en una sociedad creativa.
La cuestión es que, para que eso se
produzca, tiene que haber un momento de fractura, pero estamos en ese
momento y yo, sinceramente, creo que hay que empujar un poco, pero tengo
la esperanza de ver cómo la creatividad comienza a respirarse de veras en
nuestra sociedad: en las escuelas, en las empresas, en los barrios...
El siguiente paso, aunque suene paradójico, será poner en
valor la creatividad, porque evolucionar no pasa sólo por crear algo nuevo, por
eso el concepto de Repensadores: crear es también volver sobre la
realidad existente buscando un nuevo enfoque, un nuevo punto de
vista.